Hace un año, el Partido Republicano logró un decepcionante resultado en las elecciones legislativas, el peor de un partido de la oposición en 20 años. Las miradas se dirigieron a Donald Trump. Los cuadros republicanos señalaban el excesivo protagonismo del expresidente en la campaña y el rechazo a los candidatos patrocinados por él como causas del fiasco. Emergía entonces el gobernador de Florida, Ron DeSantis, con una reelección espectacular. Un año después, a pesar de tener cuatro imputaciones por 91 presuntos delitos sobre sus espaldas, o en parte gracias a ello, y pese al caos provocado por su partido en la Cámara de Representantes, Trump no solo es el favorito con diferencia en las primarias republicanas, sino que también supera por la mínima a Joe Biden en las incipientes encuestas de las presidenciales. La hipótesis de que vuelva a la Casa Blanca cuatro años después del asalto al Capitolio se ha convertido en verosímil.

Las elecciones de 2024 son trascendentales. Biden ha advertido de que Trump, que aún no admite su derrota de 2020, es un riesgo para la democracia. El expresidente las plantea casi como el veredicto de un jurado popular compuesto por todos los votantes mientras lanza acusaciones de politización de la justicia. La victoria de uno u otro supone rumbos divergentes para la política interior e internacional. Los dos más que probables candidatos generan rechazo en la mayoría de los ciudadanos.

Dave Wasserman, analista electoral de Cook Political Report, señalaba el mes pasado: “Lo que es tan salvaje sobre el entorno político actual es que si las elecciones de 2024 se celebraran este noviembre, creo que los números de Biden son tan malos que perdería ante un Trump acusado y los Republicanos de la Cámara son tan disfuncionales y fuera de sí que perderían la mayoría”. Por su parte, la jefa de campaña de Biden, Julie Chávez, escribía en un informe de estrategia la semana pasada: “Esperamos que sea una carrera muy reñida”.

Sin sorpresa en las primarias republicanas

En las primarias republicanas no parece haber margen para la sorpresa. Según la media de encuestas de Fivethirtyeight, Trump tiene una intención de voto del 58,3%, frente a un 14% de Ron DeSantis y un 7,7% de Nikki Haley. El pistoletazo de salida se dará el 15 de enero en los caucus de Iowa y la elección de delegados se concentra en el primer trimestre, sin tiempo de que el calendario judicial de Trump altere los pronósticos.

Para las presidenciales del 5 de noviembre de 2024 falta todo un año. Eso es mucho tiempo y más en una elección tan igualada y que depende de un puñado de estados que inclinen la balanza (Pensilvania, Georgia, Wisconsin, Nevada y Arizona, principalmente). Hay, además, algunos factores que pueden condicionar el resultado. El más evidente son los juicios contra Trump (dos de ellos por intentar amañar el resultado de las anteriores elecciones), incluida una eventual condena a prisión, pero también la marcha de la economía y la situación internacional pueden acabar teniendo un peso importante. A eso se une otra variable muy difícil de calibrar: la presencia de los independientes Robert F. Kennedy Jr y Cornel West.

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Con todas esas salvedades y algunas más, las encuestas realizadas hasta ahora favorecen a Donald Trump, prácticamente igualado con Biden en el voto popular, pero por delante en la mayoría de los estados clave. La media de encuestas nacionales que calcula el agregador RealClearPolitics concede a Trump una ventaja sobre Biden de 0,5 puntos en el voto popular (45,4% frente a 44,9%). A un año de las elecciones de 2016, Hillary Clinton tenía una ventaja de 2,1 puntos (a la hora de la verdad ganó por dos puntos en voto popular, pero perdió la presidencia en el colegio electoral) y a un año de las elecciones de 2020, Biden le sacaba 8,9 puntos a Trump (al final ganó por 4,5 de distancia), según esa misma firma. La igualdad actual es tanta que ni siquiera los modelos de los agregadores de encuestas coinciden. RacetotheWH concede a Biden una ventaja de una décima y 270towin da ganador a Trump por 1,2 puntos.

Hay dos factores en las encuestas que conceden al expresidente una posición de privilegio. El primero es que cuando a los votantes no se les pregunta solo por Biden y Trump, sino que en la coctelera se meten también a Kennedy Jr y West, la ventaja se agranda a 3,3 puntos en RealClearPolitics, 1,1 puntos en RacetotheWH y 2,6 puntos en 270towin. Y no lo hace tanto por Kennedy Jr, que pese a provenir del Partido Demócrata parece restar más votos a Trump con sus posiciones antivacunas, sino por el filósofo y activista político izquierdista afroamericano Cornel West.

El segundo factor es que Trump tiene ventaja en los estados clave. La elección presidencial es indirecta. Cada estado designa a tantos delegados para el colegio electoral como la representación que tiene en el Congreso lo que, con tres votos electorales de la capital, el Distrito de Columbia, suma 538. Hacen falta 270 para ganar y, con mínimas excepciones, el que gana en un estado se lleva todos sus votos, desde los 3 de los menos poblados (como Alaska, Wyoming o Vermont, por ejemplo) hasta los 28 de Nueva York, los 30 de Florida, los 40 de Texas y los 54 de California, en un sistema que favorece a los estados menos poblados, en su mayoría republicanos. Entre estados seguros, probables y relativamente decantados (en estos hay más margen para la sorpresa), los demócratas tienen casi amarrados en condiciones normales 241 votos electorales y los republicanos, 235.

Los estados decisivos

La batalla se centra en los 19 delegados de Pensilvania, los 16 de Georgia, los 11 de Arizona, los 10 de Wisconsin y los 6 de Nevada, más quizá Michigan, con sus 11. Biden ganó en los seis estados en 2020 y Trump necesita recuperar al menos tres. Con las encuestas a un año de las elecciones, le salen las cuentas. El modelo de 270towin pone al expresidente por delante en Arizona (+4,5 puntos), Georgia (+4), Wisconsin (+2) y Pensivania (+1) y solo concede ventaja a Biden en Nevada (+2 puntos). RacetotheWH le da una ventaja a Trump de 3,1 puntos en Georgia; 2,8 puntos en Arizona, y 1,1 puntos en Wisconsin mientras pone a Biden 1,4 puntos por delante en Nevada y 0,1 puntos en Pensilvania. Con ambas ecuaciones, Trump sería presidente.

La última gran encuesta, publicada por The New York Times este domingo, da ventaja a Trump en Nevada (10 puntos), Georgia (6 puntos), Arizona (5 puntos), Michigan (5 puntos) y Pensilvania y solo pone por delante a Biden en Wisconsin (2 puntos). Es un escenario de pesadilla para el actual presidente.

César Martínez, que da clases en la escuela de gestión política de la Universidad George Washington y ha sido estratega del Partido Republicano en cuatro campañas presidenciales, formó parte en 2020 del llamado Proyecto Lincoln, que movilizó a consultores republicanos tradicionales que querían impedir la reelección de Trump. “La posibilidad de que Trump gane es tan grande que tenemos que revivir ese esfuerzo que hicimos”, señala a EL PAÍS.

En 2016, dice, “que ganase Trump fue un accidente de la democracia y del colegio electoral; si gana en 2024 sería masoquismo”, advirtiendo de que un segundo mandato sin tener que guardar las formas de cara a una reelección puede ser más nocivo que el primero. En su opinión, en 2020, “no ganó Biden, sino que perdió Trump” y cree que cualquier otro candidato republicano ganaría al ahora presidente, que solo tiene posibilidades frente a su antecesor. “Nadie desea más que Biden que sea el candidato republicano”, dice.

Los demócratas consideran que Biden es capaz de volver a ganar a Trump. En su informe de estrategia, Julie Chavez apuesta por repetir los mismos mensajes que funcionaron en 2020 y 2022: “proteger la democracia y el alma de la nación, hacer que la economía funcione para la clase media, luchar por más derechos y no por menos”. Y opina que se impondrán a lo que considera ideas extremistas de los republicanos: “amañar la economía en beneficio de los más ricos y las grandes empresas, recortar la Seguridad Social y Medicare, prohibir el aborto y negar la celebración de elecciones libres y justas”. La clave de la estrategia demócrata es que las elecciones no se perciban como un referéndum sobre la continuidad de Biden, en sus horas más bajas de popularidad, sino en una elección entre dos opciones opuestas.

Los republicanos pintan un país en decadencia, centran sus mensajes en la inmigración, la delincuencia y la inflación, además de cerrar filas en lo que consideran una persecución política de Trump en los tribunales y atacar la edad de Biden, de 80 años, aunque Trump tenga 77 años.

Chavez señala que la campaña de Biden tiene una maquinaria rodada y las alforjas llenas. Ha empezado a lanzar campañas en los estados clave, mientras que los republicanos aún compiten en las primarias y Trump gasta buena parte de sus donaciones en abogados. La idea es vender los logros legislativos del presidente, sus inversiones en infraestructuras, la creación de empleo, especialmente en el sector industrial y su apoyo a los trabajadores, ilustrado con su presencia en un piquete de la huelga del motor. Una de las dificultades añadidas es retener el apoyo de nichos electorales claves para los demócratas, como los jóvenes y minorías como los afroamericanos, latinos y árabe americanos. El apoyo a Israel le ha dañado en el ala izquierda del electorado, especialmente entre los jóvenes y los árabe americanos. “Esta campaña se ganará haciendo el trabajo e ignorando las habladurías externas, tal y como hicimos en 2020″, concluye la jefa de campaña de Biden.

“Va a ser una campaña disputada, pero es como ver la misma película con los mismos actores y los mismos diálogos”, dice Martínez. Eso sí, con el final por escribir.

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